A quien no le guste, que no lea

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viernes, 29 de julio de 2011

La vida, puro ying-yang


¿Hay algo más absurdo que morir de un golpe en la cabeza tras caer de una moto en la que se anda subido, protestando sin casco porque la ley te obliga a usarlo? Pocas cosas, ¿verdad? Y mira que si el neoyorquino Philip A. Conto hubiese llevado la cabeza cubierta sólo abría sido un golpe tonto. Es que a veces nos cuesta darnos cuenta de que lo que en principio creemos que no es más que un engorro para sacarnos dinero con multas y viajes a la tienda de cascos no es más que una manera de permitirnos vivir más años sin estar pegados a una sonda.
La vida está llena de ying y yang, un especie de juego del ping-pong del destino y la suerte, donde al tiempo que ésta ayuda a salvar vidas en uno de los hemisferios terrestres en el otro su ausencia da lugar a verdaderas tragedias. Eso es en lo que estará pensando la mamá de Sylas, pues su hijo de tres años la salvó llamando al 112 logrando que la teleoperadora entendiera que su mamá estaba muriéndose junto a él en su casa. Mientras, a miles de kilómetros, otro niño recibía de su madre, aunque no precisamente caricias, sino una paliza por no haber hecho los deberes. Gracias a esta corrección el pequeño, a sus seis años, ha quedado en coma, en estado vegetativo de por vida. Duele aún más esta desdicha al saber que el niño era adoptado. ¿No se supone que los niños más queridos son los más buscados, los que se tienen tras muchos esfuerzos físicos y económicos, porque no pueden ser biológicos? Ésta es una parte de la naturaleza humana que jamás lograré entender.
Aunque los finales tristes no siempre tienen como foco una acción perversa, como es el caso de la pequeña bengalí de doce años Mumpy Sarkar, quien decidió suicidarse para ayudar a su padre y a uno de sus hermanos, uno con ceguera y el otro con los riñones como coladores. La niña pensó que la única manera de salvar a ambos era donando sus propios órganos, cosa que sólo podría realizarse si ella fallecía. Se envenenó a sí misma con mata ratas y murió. Lástima de alma tan cándida. Sin embargo su sueño no se hizo realidad, pues sus intenciones, que plasmó en una carta antes de morir, no fueron leídas por la familia hasta un día después de haberla incinerado. Conmovido, el gobierno va a financiar el tratamiento de los dos varones enfermos, así que tampoco ha sido en vano… ¿pero era necesario llegar hasta ahí para que los políticos tomaran cartas en el asunto?
A mí este tipo de noticias me dejan más planchada que el termómetro estival, a lo que no ayudan las perspectivas políticas de precampaña ni lo más mínimo. Broncas y peleas por votos que me provocan ganas de emigrar, ¿a usted no? 
Publicado en La Opinión de Murcia julio 2011


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