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martes, 3 de mayo de 2011

Padres del año

La vida no nos prepara para casi nada de lo que nos tiene guardado para mañana. La paternidad es una habitual de estas pruebas que un porcentaje de la población mundial no supera y, en ocasiones, ni quiere intentarlo. Es más, muchos se arrepienten de haber dejado a la semilla crecer y comenzar a gastar pañales, papillas, uniformes de la escuela y todo lo demás que acompaña el crecimiento del retoño.
China es uno de esos países donde muchos niños viven un verdadero infierno. Quién no conoce las condiciones en las que viven muchas criaturas atadas a sillas durante horas en un orfanato, de los que ocupan muchachas que aún no han llegado a la pubertad. También se ha hablado y reportajeado sobre el hijo único y la masacre de niñas que no llegan a probar el calostro.
Pero en estos días he encontrado otra historia que merece el premio a los peores padres del año. La cosa comienza con el divorcio de la pareja. No se aguantan, pues se van cada uno por su lado, bien. Sin embargo existe un pequeño problemilla de cuatro años, y la dura batalla por la custodia se encarniza por momentos. Yo pensaba que la madre lo querría por encima de todo, aunque sólo fuera por la pensión. Va a ser que no. Por lo visto eso de que el progenitor que no se queda con el regalito paga las facturas debe ser una fantasía en China, pues de lo contrario no se entiende que la guerra por el niño se centre en este caso en el “quédatelo tú que yo no lo quiero”.
Sí señora, ni el papá que lo sembró ni la mamá que lo expulsó al mundo quieren hacerse cargo de la criatura. La señora que lo pario alega “falta de habilidades”, al menos esas, porque para preñarse le sobraron. Y el hombre de la casa asegura que si se queda con su hijo va a perder su trabajo y va a ser peor para el niño, porque tendrían que vivir en la indigencia, y nadie querría eso para el mocosillo, ¿verdad?
Fíjense si la cosa se ha puesto mal, que como no llegan a ningún acuerdo y lo de cortar por lo Salomón no parece la mejor de las soluciones, se les ha ocurrido la mejor de las salidas a tal embrollo: una subasta. Sí señor, con un par. Los progenitores pujan, a ver quién da más al otro para que se quede con el muchachito, que seguro que crecerá en un ambiente de amor, comprensión y cariño con cualquiera de los amorosos papás que le va a tocar sufrir el resto de sus días.
Menos mal que aquí somos más civilizados. Por eso reciclamos canciones que animan al consumo de drogas para promocionar bocatas de paté. Sí, sí. Escuchen bien el comercial que dice algo así como “este sí, este sí, este bocata me lo como yo”, y luego escuchen la famosa cancioncilla “exta sí, exta no, exta pastilla me la como yo”. El paté engancha.

Publicado en La Opinión de Murcia el 05/04/2011

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