A quien no le guste, que no lea

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domingo, 22 de noviembre de 2009

Higiene íntima

Redes sociales. Así es como se conoce el fenómeno de la multiconexión internauta con mis amigos, sus amigos, los amigos de éstos y todos los que se apunten a través de páginas por todos conocidas, tal que facebook.com. Perfecto, a mí me encanta, paso ratos agradables mirando y subiendo fotos, comentando, agregando gente. El único inconveniente que le encuentro es la sobreexposición sobre uno mismo, datos, gustos, la vida privada que en general uno hace pública.
La víctima mediática más reciente es una muchacha de baja por depresión desde hace año y medio. Su aseguradora le está cubriendo gastos, como debe ser. Pero parece que la cosa se alarga demasiado para la compañía, quien además debe salvaguardar sus recursos ante los muy sobrantes aprovechavidas, estafadores para simplificar. Aplico el beneficio de la duda, así que la chica no pertenece a estos últimos ejemplares.
Una cosa lleva a la otra y la aseguradora en cuestión decide jugar sucio por sus intereses: pone rumbo a la página personal que esta chica tiene en su facebook.com, que normalmente sólo pueden ver sus amigos (aunque esto es una red, y al final uno acaba más liado que un atún). Miran su perfil, miran a sus amigos, miran las fotos que ella comparte y... ¡equilicuá! Dan con una imagen de la muchacha en la playa posando ante un precioso horizonte salado. A la compañía se le cae la baba del gusto, porque la única deducción posible y capaz de hacer es una: esta tipa se está divirtiendo, ni depre ni preder ni ná. Fuera ayudas. Lío montado.
La chica sufre depresión, no ceguera, así que se defiende: aduce que antes y después del posado su problema existe, está, permanece. Ella quiere salir de donde se encuentra atrapada, quién no, por eso hace un esfuerzo y se da una alegría por prescripción médica, a ver si la cosa remonta. La compañía de seguros es poco avispada sumiéndola con la fea maniobra en una mayor ansiedad, incomprensión, etc. La vuelve a hundir, pero ella no renuncia a lo que le corresponde por su situación.
Si yo hubiera sido la aseguradora me hubiera hecho amiga de la chavala y le habría dado toda la moral posible para que decidiera salir de nuevo a la superficie, a trabajar, vamos, a dejar de cobrar.
Por suerte, ni soy la compañía ni la muchacha, así que mi interés se centra exclusivamente en el caldo de cultivo que tenemos por sociedad, como canta Víctor Manuel. El problema, como siempre, no es el soporte (ya sea persona física, química o cuántica) sino lo que dejamos que el soporte sepa de nosotros. Ustedes mismos.

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