A quien no le guste, que no lea

A quien no le guste, que no lea

martes, 3 de mayo de 2011

Guerra plumífera

Ahí están, vigilándome, esperando el momento en que me dé la vuelta para llenarme, a traición, el balcón y las ventanas de plumas y mierdas corrosivas. Llevo meses viviendo en este séptimo piso y hasta ahora todo había transcurrido con normalidad: hermosas vistas con suelos impecables. Hace una semana el bienestar se terminó: una banda de palomas se ha propuesto acabar con mi paciencia y la luz tan hermosa que entraba por la puerta del balcón: me han forzado a echar el toldo hasta la mismísima barandilla, lo que me obliga a gastar en bombillas la energía que ahora debiera ahorrar en carretera.
He puesto en práctica algunas artimañas del estilo salir de golpe al balcón cuando las veo que se posan sobre la ropa que acabo de colgar, escoba en mano… ¡Malditas! Incluso trato de evitar que la banda de seis se apodere del balcón de los vecinos de abajo, porque tras esa conquista querrán ampliar su territorio en vertical, ¡me niego! Así que mis vecinos ya han podido verme, embutida en mi bata rosa con cerditos chinos, dar palmadas como una bailaora sin ritmo, tratar de imitar el sonido del águila imperial, agitar unos pantalones negros, maullar, ladrar, hasta ulular como un búho… Es inútil, tras el susto inicial la segunda escenificación ya no les impresiona.
Oigo cómo se ríen de mí, con su ‘grrruuuuu, grrruuuu, grrrruuuuu’ unos metros más abajo. Lo que ellas no saben es que estoy metida en internet, dispuesta a escuchar las soluciones de otras víctimas que les ganaron la guerra. A ver… sí, está el típico rollo de los cedés y las bolsas de la compra, pero no quiero convertir mi balcón en una maraña de hilos deslumbrantes y espantosos ruidos plásticos. Los molinillos de viento de colores me gustan, pero resulta que hay que cambiarlos de sitio como a los espantapájaros, pues la costumbre las envalentona. Coñazo.
No, no, me niego a hacer como este individuo y asustarlas con el escopetín, que estoy en plena ciudad. Y lo del gato, lo habría adoptado hace tiempo si mi pareja no odiase a los felinos de forma visceral. Dice que sólo le gustan como animales de compañía las gallinas… otras que cagan y huelen, con la única ventaja de que se pueden comer. Jodido ‘grrruuuu, grrruuuu’. He grabado un cedé con sonidos de disparos, ladridos enfurecidos, cohetes que explotan por miles… y a los únicos que tengo espantados es a mis vecinos, que amenazan con denunciarme, así que nada de efectos especiales. ¿Qué me queda? ¿El amoniaco? ¿Las púas? ¿Los hilos de nailon? ¿Clausurar el balcón para los restos? Una solución quiero.

Publicado en La Opinión de Murcia el 08/03/2011
Imagen: Adriana Villanueva 

No hay comentarios: