A quien no le guste, que no lea

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lunes, 26 de octubre de 2009

Matar al inocente (Oda a los niños congoleños)

En el Congo hay un gran pozo pero, por desgracia, no está lleno de petróleo, sino de miseria, de desarraigo, de mucho dolor y odio, ira y desesperación, y muchos muertos, claro. Un caldo de cultivo ideal para quienes no encuentran problema alguno en abusar de la esperanza de los apaleados por salir de ese infierno al que llaman vida. Ha vuelto a saltar a los medios de comunicación pero no es una noticia nueva. De hecho la tortura a niños congoleños viene siendo habitual desde hace más de treinta años. Qué horror, treinta años sabiendo que en el Congo iglesias fundadas por verdaderos genocidas del bien instan a los padres a destrozar la confianza de sus hijos, dando el visto bueno a tremendos castigos y abusos físicos porque el niño está embrujado.
Es difícil de creer, de digerir, de entender por qué un padre, al ver a su niño flaquito, con fiebre, algo nervioso, crea que es el demonio y no la desnutrición y la mala vida el responsable de que su niño traiga la mala suerte a la familia, al vecindario y hasta al mismísimo país. Pero lo más duro no es esto, y mira que duele, sino saber que ningún gobierno del cínico primer mundo en el que vivimos usted y yo va a intervenir llevando ante La Haya a los cabronazos que se hacen pasar por pastores redentores, a los funcionarios que se dejan sobornar y al mismísimo Joseph Kabila, quien preside la República Democrática del Congo (tiene guasa el nombrecito), quien a bien seguro conoce el tema, uno más de entre los muchos que ‘miserabilizan’ a la población del país y que la mantiene en tan horrenda desolación.
Hace pocos días España se estremecía ante la muerte de un bebé y hospitalización de su mellizo por los presuntos malos tratos infligidos por sus padres, con tan pocos escrúpulos como los budús congoleños. Pues pónganle esa misma cara a los setenta mil pequeños (qué barbaridad) que han sido abusados en pro de una locura colectiva que sin intervención no hará más que seguir sembrando su rastro de jóvenes víctimas que, si sobreviven, tengan por seguro cuentan con todas las papeletas para convertirse en otros verdugos. Si sobreviven.
Mucho me temo que todo se quede en una anécdota escalofriante para el espectador del telediario de las dos, puede que algo menos para quien colabora activamente con organizaciones como ‘Save the Children’. Incluso yo misma me siento ya frustrada porque este artículo es una simple pataleta que mañana será sustituida por la de otro compañero de columna. Pero hay que darla, al menos hay que dar una para que el dolor en la punta del pie, mientras dure, nos recuerde que no existimos sólo para pagar impuestos, apuntarnos a la cola del paro y mirarnos el sucio ombligo. De lo contrario terminaremos como el muerto del chiste, que a las puertas del infierno, donde había overbooking, fue elegido para ocupar la última plaza vacante por una de las peores acciones contra el resto de la humanidad: “es que yo no hice nada”.

Imagen: www.flikr.es (Carlos Alberto Jr.)

2 comentarios:

Pilar dijo...

Es difícil comprender que la infancia está formada por seres humanos que se fían de sus mayores y aceptan el trato que se les dé. Cuando la natalidad baja por el grado de "civilización y desarrollo" empeizan a ser materia a proteger, y las atenciones suben a veces a un podium hasta ridículo. Esas son las asquerosas contradicciones del ser humano y su evolución. Saludos, Teresica.

Teresa Luengo Michel dijo...

Sí, mientras aquí son pequeños tiranos que llegan a maltratar a sus padres por otros lares los niños son víctimas de las cosas más terribles con el beneplácito de las autoridades... qué mundo, a ver quién nos entiende.
Un besico Pilar.