A quien no le guste, que no lea

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miércoles, 16 de septiembre de 2009

Contradicciones (diagnóstico reservado)

Dos noticias totalmente contradictorias a nivel didáctico para esta juventud nuestra que está más perdida que un piojo en un chimpancé: por un lado, la Comunidad de Madrid va a amparar legalmente la jerarquía de los profesores convirtiéndolos en autoridad pública; por otro lado, el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña sentencia que llamar ‘hijo de puta’ al jefe no es motivo para poner de patitas en la calle al empleado malhablado. Madre mía, cómo está la vida, que diría Toni Garrido.
Llegados al punto en el que estamos, donde cada vez más chavales se divierten acorralando policías y matando jóvenes, inconscientes e inocentes niñas (¿por qué no se tratan este tipo de noticias, violencia y asesinatos escalofriantes, como se hace con los suicidios, que se silencian para evitar el efecto llamada?, o más científicamente la ley de la serie), no me parece ni mucho menos descabellado que se blinde la autoridad de los profesores, que tienen desde hace tiempo una profesión de alto riesgo. Pero me parece bien no sin cierta expectante ansiedad: ¿cómo, quién y a quién se sancionará? Yo espero que los padres de la monstruosa criatura, responsables primordiales del comportamiento de ésta, se incluyan en las consecuencias de que esas personas que ellos parieron y sobre las que tienen más deberes de los que quisieran, maltraten física o verbalmente a un profesor, tanto igual que a un compañero (esto último sigue siendo una asignatura que el Gobierno repite año tras año con puntuaciones en negativo, por desgracia lejos aún de aprobar). Hemos pasado, como decía Juan Ramón Lucas el pasado miércoles, de que nuestros padres reaccionen, ante el castigo del profe, con un “algo habrás hecho” al actual “dónde está ese tío hijoputa que me lo cargo”.
Y hablando de hijos de puta, los jefes, lo sean o no de forma efectiva, no podrán echar al empleado que le salte a la cara con este grave insulto… ¿grave? Bueno, parece que al TSJ de Cataluña no le parece tan grave, puesto que ha obligado a una empresa a readmitir al listillo que trató así a su superior “por cuestión de degradación del lenguaje”. No creo que sea el lenguaje, precisamente, lo que se ha degradado, queridos lectores.
Si yo tuviera 10, 15 ó 18 años y contara entre mi anatomía con una picha la tendría hecha un lío: si pego al profe me multean y si insulto al jefe me dan palmaditas en la espalda. No veo el día en que este país nuestro en el que nos ha tocado vivir sea coherente consigo mismo, o lo que es lo mismo, alcance un nivel social de consciencia y sensatez tan necesario como una clase política que respete los votos y, aún más, a sus ciudadanos (ya sea desde el mando o en la lucha por éste, pues señores, son ustedes simples hombres con cargos que no les pertenecen). Por desgracia, y me temo que por mucho tiempo, aquí cada uno va a lo suyo y olé.

Imagen: http://www.flickr.com/

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