A quien no le guste, que no lea

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lunes, 25 de mayo de 2009

Aborto de responsabilidad

Vaya un cacao mental que nos hemos hecho con la llamada ley del aborto. Una vez más la regularización de la vida nos enfrenta: aborto libre a partir de los 16 ¿sí o no? Colocar la bandera en la frontera que separa la niñez de la madurez no es fácil, sobre todo teniendo en cuenta que la lucidez no la alcanzamos todos a la de una, ni tampoco en todos los ámbitos de nuestra vida a un mismo tiempo, ni siquiera en el mismo orden. No soy ninguna Jalón Corominas, está claro, pero tampoco me extraña el ‘fregao’ de límites permisivos de nuestra legislación: los chavales van al pediatra hasta los 18, edad a la que pueden empezar a fumar, votar y beber; pero antes ya han tenido la ocasión de mejorar su figura aún por desarrollar mediante bisturí desde los 16; con 15 pueden incorporarse a la circulación vial con un ciclomotor; y sin embargo, un año antes de arrancarlo ya pueden descubrir sin detenciones cómo se hacen los niños. Ahora se les va a dar la oportunidad de no tenerlos, si así lo desean, tras una mala praxis en la metodología anticonceptiva y sin la traba de los papás.
Y entonces el cielo se llena de gritos. Para algunos esta ley romperá los lazos familiares, empujará a las niñas temblorosas hasta la clínica, donde pasarán un duro y amargo trago en la más absoluta soledad. Un momento, tal vez sea al revés y anime a la muchachita a buscar el consuelo de sus padres, ya que se pongan como se pongan ella decidirá sobre sí misma y sobre su futuro. Además, seguro que más de una prefiere tenerlo, pues el aborto no es una obligación, sino una elección.
¡Ay!, pero esta discusión en realidad no va de esto, qué va, en realidad de lo que se trata es, una vez más, de la mala educación. Que las adolescentes prematuras puedan abortar libremente no va a reducir el número de embarazos no deseados, al igual que los centros de menores que evitan que los chavales vayan a una prisión antes de los 18, y eventualmente de los 21, tampoco pone freno a las gamberradas más o menos leves, más o menos graves, horribles incluso.
A mi parecer, en el único lugar donde la responsabilidad no sobra, sino que más bien escasea, es en la que tienen los padres para con sus hijos, especialmente en la primera etapa de su vida, que es donde van a apropiarse de una personalidad que los acompañará el resto de su vida. ¿Nadie ha pensado que tal vez las leyes se han apropiado de las limitaciones niño-adolescentes porque nadie más las quiere poner?

Fotografía: www.flickr.com

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