
Después de semanas contando muertos y haciendo numeritos futuriblemente inútiles sobre todos los que nos íbamos a morir infectados por esa Gripe A y la necesidad de vacunarnos de inmediato (otra vez nombro a las farmacéuticas, que sabemos a algunas capaces de lo más horrendo), ahora los medios, especialmente los públicos, insisten con expertos y conocidísimos doctores que la A es una gripe menos virulenta, asesina y cabrona que la estacional. De casi trescientas mil infecciones mundiales no llegaron a tres mil las que acabaron en muerte. Esta última cifra es, precisamente, la que se produce en muertes cada invierno nada más que en nuestro país por la gripe de toda la vida.
Me siento manipulada, ¿ustedes no? Parece que ya no nos importa lo que hagan con nosotros. Nadie protesta por el pánico creado de forma gratuita ni busca las cabezas que lo idearon, ¿por qué? Imagino que si nadie dice esta boca es mía con la decimonosecual edición de Gran Hermano poco se puede hacer por la salud mental, social y cívica de este país.
Pero, perdónenme, porque soy de lo más descortés. No les he dado la bienvenida tras las vacaciones (será porque yo aún no me las he tomado...). Septiembre, con pensiones que suben, impuestos que suben, cuestas escolares que suben aún más, ayudas a parados que suben, tasas de desempleados que suben, mercancías cuyos precios suben. No sé, a mí todo esto lo único que me sube son las ganas de apuntarme a la próxima edición de ‘Perdidos en la tribu’, seguro que me resulta más reconfortante tener prohibido el baño con otra agua que no sean las que expulsa mi propio cuerpo.
Y una vez presentados mis respetos a quienes realmente me importan, que son los lectores, podrían esclarecerme si me equivoco al pensar que todo esto de las gripes y los moquillos se puede haber convertido en el Talón de Aquiles de la OMS, quien nos advirtió que si la gripe pasa del animal común al razonable humano ésta tumbaría a la mitad de nuestra especie... y no ha sucedido así.
Con lo fácil que lo tenían. Si hasta yo sé que hay personas que viven con un pulmón o un corazón de cerdo, ¿cómo nos iba a pegar nuestro puerco hermano nada maligno? Nos parecemos demasiado, mi querido Orwell.
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