A quien no le guste, que no lea

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lunes, 11 de mayo de 2009

La otra conspiración

Mientras la gripe A se adueña malamente de informativos y reuniones sanitario-internacionales; atrapa a los turistas en tripas hoteleras; borra el recuerdo de los mil muertos anuales por gripe común que tenemos en España; y otro montón de cosas más que hoy les ahorro, otro fenómeno fatal se ha ido instalando de forma silenciosa en nuestra cómoda y aséptica, en apariencia, vida: un complot para acabar con el miembro viril que pasa totalmente inadvertido a la OMS, que es tan de fiar.
Más de una podrá decirme que no descubro nada. Pero es que yo no me refiero a las asociaciones de divorciadas ni las organizaciones feministísimas. Esto es más serio: es la propia naturaleza la que parece instigar una selección tan radical.
Recomiendo a los que sufren de Ofidiofobia que no continúen con la lectura de este artículo (mal que me pese) porque de lo contrario jamás volverán a tener paz y sosiego en sus vidas. Y es que en Taiwán los varones no pueden darse ni un respiro en el excusado. Un incauto taiwanés bajó la guardia hace unos días y plantó su culete en el inodoro sin verificar la ausencia de ofidios ávidos de una lluvia dorada. Al ir a leer la página de clasificados sintió “como si me clavaran un cuchillo en el pene”. Uf, qué desagradable. El hombre salvó la vida y su integridad físico-sexual.
Quién iba a decir que la Iglesia acertaba en señalar a las serpientes como seres malignos. En Australia, donde todo lo ‘sucedible’ acontece, es preferible orinar en una botella antes que regar la orilla de la carretera. Existe más de un precedente de llamadas a Línea Directa, tirí-tirí-tirí, solicitando “grúa para mover a conductor peneafectado”.
En Serbia el arma letal se ha materializado en erizos… o en idiotas, opinen ustedes mismos. Cuando se sufre eyaculación precoz lo normal es acudir al médico, ¿verdad? Pues los serbios no razonan así. Lo que hacen es ir a un curandero porque, como al muchacho de este terrible suceso, le daba vergüenza ir a la clínica. Así que siguió a pie juntillas la receta del brujo, agarró un erizo y trató de tener sexo con el pobre animal. Y pasó lo que tenía que pasar: terminó en el lugar al que debió acudir primero, la clínica, con el pene destrozado y una explicación para habérselo rematado.
Si esto no es una conspiración sólo puede ser una desafortunada coincidencia viril… digo varonil.

Foto: www.flickr.com

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